UN HOMBRE QUE HA ESTADO AL MARGEN
Todo esto lo traigo a colación porque en años de vida, mi discreción ha sido grande y solo quienes por el asar (el destino) han sido reservados al encuentro personal, saben realmente quien soy. Sin embargo y a pesar de esto, muchos seres humanos se dan a interpretar quien es uno, a suponer y además a adelantar críticas sin consideración y a la par a juzgar.
He recibido eventualmente críticas en varios sentidos, por muchas razones, algunas de ellas muy sensatas, pues soy un hombre plagado de defectos, y otras con un talante agresivo e hiriente que me resulta incomprensible pues en ocasiones han venido de gente que incluso he querido mucho.
Hoy a mis 41 años (los que no quiero ocultar porque las canas en mi barba me delatarían) entiendo que la vida es más fácil en el encuentro con el otro, en la camaradería. Hoy entiendo además que ocultarse no es un asunto necesariamente sano, pero también entiendo que no ante cualquiera se debe desnudar el corazón. Siempre debe haber un grado de prudencia en el actuar humano y más si de intimidades se trata pues la única especie sobre la tierra que conoce la traición y que ostenta el título de máximo depredador de todo lo que está vivo (incluyendo a sus congéneres) somos nosotros los seres humanos. Por tanto somos de temer.
En virtud a este escenario reflexivo, he construido mi vida más del lado de las prudencias que del encuentro y como ya lo mencioné me he sometido al aislamiento. Hoy a pesar de esa historia de vieja data, trato de hacer una vida que me dé otras opciones otras posibilidades, pero no resulta ser simple. Me veo a mi mismo encerrado en una gran cantidad de contradicciones que no me permiten avanzar y superar estas circunstancias. Pero bueno, esperemos que el tiempo y mi voluntad puedan dar en construir otro escenario de vida.
Sin embargo y a pesar de eso hoy quiero romper con mis propios esquemas y expresarme como bien me fluya y a quien quiera leer, contarle unas cuantas cosas que yo diría han sido muy íntimas pero que no revisten ningún tipo de gravedad. Tampoco son sucesos extraordinarios y el acto de manifestarlos creo no reviste ni mucho menos un acto de excesivo exhibicionismo
Sucede entonces que hace poco alguien cuestionó el hecho de que dedicara tanto tiempo al cultivo del cuerpo, de la estética, por mi práctica regular de entrenamientos de fuerza. Que en un hombre con las apuestas éticas y políticas que yo tengo, esto parecería tener que estar al margen, pues son contradictorias con lo que digo ser, con lo que aparento ser. Un poco cómo si el ejercicio fuese una simple glorificación de lo aparente por encima de las esencias verdaderas de lo humano.
Esas palabras me hicieron eco, me tocaron en un lugar sensible. Me sentí casi como si me hubieran llamado neoliberal por practicar calistenia regularmente, materialista, esteticista y casi que facho. Una mirada inquisidora sobre algo que me ha costado mucho trabajo se posó sobre mí y no logré comprender muy bien que era lo que estaba mal, pero me había hecho sentir mal.
Como he sido siempre alguien con una capacidad de autocrítica tan grande, comencé a dudar sobre lo correcto de mis actos, me cuestioné a mí mismo y dudé por un momento sobre algunas de mis convicciones. Luego hice como si nada pasara y trate de olvidar el comentario.
Fue luego en una noche de desvelo que regresé al asunto y pensé en lo que se me había dicho. Sentí en ese amanecer tortuoso cierto grado de inconformidad porque las respuestas ante ese tipo de formas de censura, a uno se le ocurren cuando ya ha pasado el momento y fabrica en su mente respuestas y argumentos que ya no se pueden usar.
Entonces sucedió que esas argumentaciones no quisieron quedarse en las sombras de aquel amanecer y sentí el deseo de expresarlas por algún medio. Pensé en decir que era absurdo plantear que lo político y el cuerpo estaban vinculados, cuando claramente este es el primer escenario político. Pensé en refutar el tema de la estética pues parece un poco exagerado pensar que las formas de un cuerpo dicen algo con significado político, pero luego reflexioné y pensé que sí. Sin embargo algo si resistió cualquier duda y fue el hecho del bienestar. Cualquier ser humano medianamente sano mentalmente, necesita de un cuerpo para habitar el mundo y este debe aportar en su vida facilidades, ser reservorio para el disfrute y en esta vía creo encontré un poco de claridad.
A partir de lo anterior reflexioné sobre las razones para fomentar estos hábitos en mi vida, cosa que jamás había hecho. Pensé que si bien el aspecto físico mejora de manera considerable con el entrenamiento, también es cierto que es el menor de los beneficios que ofrece. En mi caso particular cuando empecé a entrenar tenía un poco más de treinta años y fumaba, estaba al límite de la hipertensión y sufría de un dolor lumbar crónico porque por mi trabajo, me pasaba la mayor parte del tiempo sentado. Los médicos nunca pudieron tratar ninguna de esas dolencias porque la solución farmacológica no parecía ser efectiva. Entrenar y trabajar mis lumbares fue algo que redujo gradualmente mi padecer hasta hacerlo desaparecer y de esas cosas bondadosas de esta práctica, pasé de estar al límite de la hipertensión a tener una presión arterial en su límite inferior, lo que en ese sentido me hace alguien muy sano en este aspecto, a pesar de tener una gran carga genética para padecer de problemas cardiovasculares heredada de mi padre, que sufre de estos males desde hace casi cuarenta años. En ese entonces encontré una manera de estar sano y obtuve un cuerpo libre de enfermedades, el cual sirve para cualquier lucha, sea esta política o de cualquier índole.
Años más tarde, durante una época difícil de mi vida, tuve unos momentos malos, llenos de situaciones ingratas en virtud a diferentes fracasos. Debido a esto el estrés y la depresión me habitaron con gran fuerza y me vi sometido a una gran cantidad de ansiedad. Como psicólogo entiendo bastante bien desde la teoría cómo funcionan este tipo de afectaciones a la salud mental, pero comprender no te libra de padecer. Tal cual como un médico se enferma de gripe, los psicólogos enfermamos de depresión y de ansiedad como cualquier ser humano. Fue entonces en medio de esta crisis que la actividad física se convirtió en una vía (no la solución) para canalizar emociones. Esta vía me permitió encauzar ese torbellino de sentimientos en otro lugar para que el cuerpo no padeciera tanto. Quienes han soportado crisis fuertes de estrés y ansiedad saben que estas no solo son estados mentales, sino que tienen un componente biológico bastante fuerte, el cual es sobrellevado en gran medida por nuestro cuerpo, pues este tiene que sufrir múltiples síntomas que aparecen como resultado de eventos psicosomáticos; es frecuente el dolor de cabeza, los problemas de concentración, el insomnio, entre otros. Si bien el entrenamiento no solucionaba las raíces de los problemas psíquicos, que obviamente debieron ser atendidas por un profesional, si logró matizar estas dolencias físicas ligadas a las manifestaciones psicológicas del estrés, la ansiedad o la depresión. En este sentido fue una herramienta que tuve y que no dudo en recomendar para cualquiera que pase por este tipo de situaciones, enfatizando de nuevo que esa no es la solución, es solo una herramienta mientras se hace una intervención profesional desde la psicología o disciplinas afines.
Superadas estas crisis, porque la vida está llena de avatares, de ires y venires, apareció un problema de salud que no hubiera esperado. Debido a unos malos hábitos alimenticios, heredados de prácticas culturales y de una falta de responsabilidad con el cuidado del cuerpo en la juventud temprana y en la adolescencia, empecé a padecer un problema crónico en mi sistema digestivo. Problema que no ha sido tramitado o solucionado hasta ahora, a partir de la medicina tradicional y que está vigente de manera lamentable en mi vida. Tratamientos y medicamentos usados nunca han servido, pero una vez más el ejercicio, la actividad física, ha sido el único medio para matizar el dolor por este padecer. Cuando ningún medicamento funciona la única salida es el entrenamiento, esto debido a que los problemas de inflamación intestinal obedecen a una respuesta exagerada del sistema inmune y el ejercicio matiza la fuerza de esa respuesta. En este punto confieso que la única alternativa al dolor en los últimos tres años, en reiteradas ocasiones ha sido entrenar. Sé que aunque parezco muy obsesionado con el ejercicio, realmente estoy obsesionado con tramitar el dolor. En muchas ocasiones a pesar del cansancio, de la falta de energía me he obligado a entrenar debido al dolor. Ha sido la única solución efectiva ante este problema y una vez más habitar bien el mundo, con mejores condiciones ha dependido de esta práctica.
Recientemente sucedió también, que alguien que ocasionalmente entrena conmigo, me dijo que se había iniciado en el ejercicio constante, inspirado en gran medida en mi perseverancia, pues todos los días pasaba por el gimnasio al aire libre donde regularmente hago mis prácticas físicas y siempre me veía allí. Decía él que le sorprendía ese grado de persistencia y que se decía a sí mismo que si yo podía, él podía también. Fue en ese ejercicio de identificación que este joven adquirió este hábito. Ha transformado diferentes costumbres y transformado en parte su vida. Ha sido gratificante saber esto, aunque lo que para él es perseverancia para mi es miedo o una huida del dolor por mis problemas estomacales. Su apasionamiento es un efecto inesperado de lo que llevo practicando por años y de mi enfermedad física, pero hasta de lo malo surgen cosas buenas, no obstante él lo hace por mejorar su autoestima.
Resumiendo, son bastantes y buenas las razones para continuar con esta decisión, con esta apuesta. Resumirlas acá me ha permitido hacer conciencia de ellas y no está de más decir que tranquiliza, que sosiega entender que hay decisiones en la vida que uno tiene que recordar porque las tomó, que juzgar desde el desconocimiento es atrevido y que cuando dudemos de algo sobre el otro, preguntemos antes de establecer conclusiones. Que decidir por la vida es el mayor acto político que hay y que verse bien no está mal, aunque no tiene por qué ser una imposición para los demás.
A quienes lean hasta este punto este acto catártico muchas gracias y perdón por un discurso tan centrado en mí, tan extenso, pero siempre que se habla, se dice de sí mismo, así hablemos de otros, es algo inevitable.
Finalmente a quien inspiró éste escrito con su falta de sensibilidad, de tacto y de perspectiva, gracias por llevarme a la reflexión. Aprovecho y le regalo estas palabras de autoría de Pedro Almodovar dichas magistralmente en “TODO SOBRE MI MADRE” por la actriz Antonia San Juan:
“Uno es más auténtico cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí mismo"
Comentarios
Publicar un comentario